Antonio Machado fue uno de los grandes poetas del primer tercio del siglo XX. Algunos de sus versos son tan reconocibles como los que se leen a continuación:
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
Pincha el el título de la obra para acceder al resto de los poemas que integran «Proverbios y cantares«, incluidos dentro de una de sus obras más relevantes Campos de Castilla (1912).
Juan Ramón Jiménez fue otro de los poetas relevantes del siglo XX. Leed el poema para comprender su viaje lírico hacia la llamada «poesía pura».
Vino, primero, pura, vestida de inocencia; y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes; y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina, fastuosa de tesoros… ¡Qué iracundia de yel y sin sentido!
…Más se fue desnudando. Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica de su inocencia antigua. Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica, y apareció desnuda toda… ¡Oh pasión de mi vida, poesía desnuda, mía para siempre!
Pincha en el vídeo cuando termines tu lectura de Niebla, si quieres contrastar tu recepción de la obra desde una perspectiva lúdica y comparada. Es curioso, ya verás…
"Realismo"
Al levantar los ojos de aquel libro,
leyó el amanecer en un campo de nubes
que incendiaba la luz. Era el final del viaje,
casi el final de la novela,
un destello de paz y de cansancio,
porque las azafatas
retiraban con prisa las últimas bandejas
del desayuno,
y el avión se acercaba,
sobre las rosas y los crisantemos,
a dos ciudades con el mismo nombre:
Madrid decimonónico
de corralas y brumas de café,
y Madrid desbordado del siglo XXI,
cuando la realidad
traza caminos en el aire
y la ficción
mueve su mano azul a ras de suelo.
Toda la noche oyó correr caballos
porque cruzaba el mar
y había descubierto
gentes de antiguo oficio,
señores de una turbia inconsistencia,
feligreses, busconas y cesantes
en un pasillo largo de viajeros dormidos.
Las calles de Galdós y la penumbra
de los vuelos nocturnos,
la lentitud del aire
a más de mil kilómetros por hora
y el mantón humillado
de la pobre muchacha que quiso ser un ángel.
Las nubes y la luz al confundirse
forman mundos extraños
muy cerca de la yema de los dedos.
La misma paradoja de un nombre y un destino,
la mirada infeliz de Fortunata.
Qué sorprendió sus ojos al borde del vacío,
ya no lo supo nadie.
Fue apenas un segundo
entre la oscuridad y el resplandor,
entre los gritos y el silencio.
El labio de la nada.
Tampoco supo nadie
el misterio de aquella aparición,
un cuerpo entre las víctimas
desconocido por los documentos,
sin tarjeta de embarque,
y con ojos de nieve y de jazmín,
extrañamente limpios en medio de la muerte.
Luis García Montero, La intimidad de la serpiente
TEXTOS PARA EL COMENTARIO
1. Lee el principio de La Regenta, de Clarín, uno de los más famosos de la historia de la literatura en castellano, e identifica rasgos propios de la novela realista. Después, redacta un breve texto expositivo en el que presentes dichos rasgos con los ejemplos correspondientes.
La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.
Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica. La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.
2. Lee el texto “El indulto”, de Emilia Pardo Bazán, e identifica en él rasgos propios del Naturalismo. ¿Crees que el tema que trata el cuento es de actualidad? Redacta un texto argumentativo de entre 10 y 15 líneas en el que justifiques tu respuesta.