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La narrativa española de las primeras décadas del siglo XX. La Generación del 98

1. Contexto y rasgos generacionales

2. Baroja, El árbol de la ciencia

Pincha en el título para acceder al texto en PDF: El árbol de la ciencia

Si quieres profundizar en la figura del novelista vasco, te propongo el recorrido que hace por su vida y obra el filósofo Fernando Savater.

3. Azorín, entre el ensayo y la novela

La voluntad, novela de Azorín publicada en 1902, fecha significativa para la Generación del 98, está protagonizada por Antonio Azorín, joven reflexivo que se dedica al periodismo. Vive en la España rural entre personajes que representan diferentes tipos provincianos. De entre ellos, destaca su viejo maestro Yuste, intelectual y filósofo con tendencia a la melancolía y desencantado de la vida.  En la segunda parte de la obra, se narran las aventuras de Azorín, que ejerce su profesión ahora en Madrid, donde descubre el mundo urbano y se relaciona con la bohemia literaria. Sus experiencias en la capital solo le llevan a convencerse de la inutilidad del esfuerzo humano y le impulsan a volver al pueblo, Yecla, donde termina por abandonar su oficio y se difumina, sin voluntad, entre los otros hombres del pueblo, y solo es conocido como Antoñico, el marido de Iluminada.

Escucha en el siguiente vídeo un fragmento de La voluntad:

Pincha en el título para acceder al texto en PDF de «Las nubes» (Castilla)

4. La «nivola» de Unamuno

Pincha en el título para acceder al texto en PDF: Niebla

                            Le mort saisit le vif

Las grandes esperanzas están todas
puestas sobre vosotros,
así dicen
los señores solemnes, y también:
Tomad.
Aquí la escuela y la despensa, sois mayores,
libres de disponer
sin imprudentes
romanticismos, por supuesto.
La verdad, que debierais estar agradecidos.
Pero ya veis, nos bastan las grandes esperanzas
y todas están puestas en vosotros.

Cada mañana vengo,
cada mañana vengo para ver
lo que ayer no existía
cómo en el Nombre del Padre se ha dispuesto,
y cómo cada fecha libre fue entregada,
dada en aval, suscrita por
los padres nuestros
de cada día.

Cada mañana vengo para ver
que todo está servido (me saludan,
al entrar, levantando un momento los ojos)
y cada mañana me pregunto,
cada mañana me pregunto cuántos somos
nosotros, y de quién venimos,
y qué precio pagamos por esa confianza.

O quizá
no venimos tampoco para eso.
La cuestión se reduce a estar vivo un instante,
aunque sea un instante no más,
a estar vivo
justo en ese minuto
cuando nos escapamos
al mejor de los mundos imposibles.
En donde nada importa,
nada absolutamente –ni siquiera
las grandes esperanzas que están puestas
todas sobre nosotros, todas,
y así pesan.

Jaime Gil de Biedma, Compañeros de viaje

«Las grandes esperanzas»