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Literatura entre dos siglos: Modernismo y Generación del 98

1. La poesía española en el primer tercio del siglo XX (Rubén Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez)

ORÍGENES E INFLUENCIAS DEL MODERNISMO

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El Parnaso o Apolo y las musas, de Nicolas Poussin (1630-1631)

Si quieres saber qué era el Parnaso, pincha aquí.

El parnasianismo, surgido en la segunda mitad del siglo XIX y reconocido como movimiento renovador a partir de la antología Le Parnasse contemporaine que publicase Alphonse Lemerre en 1866, supuso una influencia decisiva en el Modernismo hispánico, particularmente en sus características estilísticas y métricas.

En contra del posromanticismo intimista, los parnasianos defendían la importancia de la forma poética, de la relevancia del Arte por el Arte frente al utilitario literario, la métrica cuidada y estructurada frente al verso libre y la relevancia de temas que después serán típicamente modernistas: la mitología griega, el exotismo oriental, las civilizaciones antiguas…

Théophile Gautier, gran poeta parnasiano, expresaba así la esencia de este movimiento literario: «Arte es belleza, invención perpetua del detalle, elección de palabras, exquisito esmero en la ejecución. La palabra poeta significa literalmente hacedor. Todo lo que no está bien hecho no existe.» 

Lee a continuación algunos poemas parnasianos:

De las eternas musas el reino soberano
recorres bajo un soplo de eterna inspiración,
como un rajah soberbio que en su elefante indiano
por sus dominios pasa de rudo viento al son.

Tú tienes en tu canto como ecos de Océano;
se ve en tu poesía la selva y el león;
salvaje luz irradia la lira que en tu mano
derrama su sonora, robusta vibración.

Tú del fakir conoces secretos y avatares;
a tu alma dio el Oriente misterios seculares,
visiones legendarias y espíritu oriental.

Tu verso está nutrido con savia de la tierra;
fulgor de Ramayanas tu viva estrofa encierra,
y cantas en la lengua del bosque colosal.

                                                 Leconte de Lisle

Sí, es más bella la obra trabajada
con formas más rebeldes, como el verso,
o el ónice o el mármol o el esmalte.

¡Huyamos de postizas sujeciones!
Pero acuérdate, oh Musa, de calzar,
un estrecho coturno que te apriete.

Rehúye siempre cualquier ritmo cómodo
como un zapato demasiado grande
en el que todo pie puede meterse.

Y tú, escultor, rechaza la blandura
del barro al que el pulgar puede dar forma,
mientras la inspiración flota lejana;

es mejor que te midas con carrara
o con el paros duro y exigente,
que custodian los más puros contornos;

o pídele quizá a Siracusa
su bronce en que resalta firmemente
el rasgo más altivo y delicioso;

con la delicadeza de tu mano
descubre dibujando en una veta
de ágata el perfil del dios Apolo.

Huye, pintor, de la acuarela y fija
el color demasiado desvaído
en el horno de los esmaltadores.

Haz que sean azules las sirenas
y retuerzan de cien modos distintos
los heráldicos monstruos sus figuras;

en el lóbulo triple de su nimbo,
la Virgen con el Niño, en cuya mano
hay la esfera con una cruz encima.

Todo pasa. Tan sólo el arte fuerte
posee la eternidad. Únicamente
el busto sobrevive a la ciudad.

Y la moneda rústica y austera
que un labriego ha encontrado bajo tierra,
recuerda que existió un emperador.

Hasta los mismos dioses al fin mueren.
Mas los versos perfectos permanecen
y duran más que imágenes de bronce.

Artista, esculpe, lima o bien cincela;
que se selle tu sueño fluctuante
en el bloque que opone resistencia.

                     Théophile Gautier, «El arte»

El simbolismo, surgido en torno a 1880, entienden la poesía como forma de conocimiento y pretenden llegar más allá de lo aparente. El símbolo surge como una imagen física que sugiere o evoca lo que no es materialmente perceptible: ideas, sentimientos, angustias… Conceden, por tanto, estos creadores, gran importancia la imaginación, a la intuición, a los sueños, al misterio…

En su estilo predomina la musicalidad del verso y el empleo abundante de sinestesias junto con el uso del símbolo como recurso retórico. 

Precedidos por el arte de Baudelaire, cuya obra Las flores del mal, publicada y censurada 1857 por ataque a la moral fue fuente de inspiración, los poetas simbolistas franceses más destacados son Mallarmé y Verlaine.

Lee a continuación algunos poemas simbolistas:

Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena
de todos los pecados de un pueblo que te ama,
ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena
bajo el tedio incurable que mi labio derrama.

Pido a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos
con que duermes después de tu engaño, extenuada,
tras el telón ignoto de los remordimientos,
tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada.

Porque el Vicio, royendo mi majestad innata,
con su esterilidad como a ti me ha marcado;
pero mientras tu seno sin compasión recata

un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,
pálido, por el lúgubre sudario obsesionado,
¡con terror de morir cuando voy solo al lecho!

                                             Mallarmé, «Angustia»

 

Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante
de una mujer ignota que adoro y que me adora,
que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora
y que las huellas sigue de mi existencia errante.

Se vuelve transparente mi corazón sangrante
para ella, que comprende lo que mi mente añora;
ella me enjuga el llanto del alma cuando llora
y lo perdona todo con su sonrisa amante.

¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro.
¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro,
el de virgen de aquellas que adorando murieron.

Como el de las estatuas es su mirar de suave
y tienen los acordes de su voz, lenta y grave,
un eco de las voces queridas que se fueron…

                                      Verlaine, «Mi sueño»

 

RUBÉN DARÍO

Yo soy aquel que ayer no más decía,

el verso azul y la canción profana…

Escucha «Lo fatal» en el siguiente vídeo:

Disfruta de las versiones del mito de Leda en el arte.

El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

Y luego en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata bañado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

Rubén Darío, «Leda y el cisne»

A sudden blow: the great wings beating still
Above the staggering girl, her thighs caressed
By the dark webs, her nape caught in his bill,
He holds her helpless breast upon his breast.

How can those terrified vague fingers push
The feathered glory from her loosening thighs?
And how can body, laid in that white rush,
But feel the strange heart beating where it lies?

A shudder in the loins engenders there
The broken wall, the burning roof and tower
And Agamemnon dead.

                    Being so caught up,
So mastered by the brute blood of the air,
Did she put on his knowledge with his power
Before the indifferent beak could let her drop?

«Leda and the Swan», by William Butler Yeats

ANTONIO MACHADO

Estos días azules

y este sol de la infancia…

Crónicas de RTVE: Antonio Machado. Yo voy soñando caminos

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
    La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
—Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

            *

    Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
    Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
    se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
    así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.

Soledades. Galerías y otros poemas (1907)

«Retrato»

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

                                 Campos de Castilla (1912)

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros

cantando…

             Si te sorprende el uso de la ortografía de todo un Premio Nobel de Literatura, lee sus razones para rebelarse ante la norma. ¿Estás de acuerdo?

Se me pide que escriba algo en «Universidad» sobre mis ideas ortográficas; o mejor dicho, se me pide que esplique por qué escribo yo con jota las palabras en “ge”, “gi”; por qué suprimo las “b”, las “p”, etc., en palabras como “oscuro”, “setiembre”, etc., por qué uso “s” en vez de “x” en palabras como “excelentísimo”, etc.

 Primero, por amor a la sencillez, a la simplificación en este caso, por odio a lo inútil. Luego, porque creo que se debe escribir como se habla, y no hablar, en ningún caso, como se escribe. Después, por antipatía a lo pedante. ¿Qué necesidad hay de poner una diéresis en la “u” para escribir “vergüenza”? Nadie dice “excelentísimo” ni “séptima”, ni “transatlántico”, ni “obstáculo”, etc. Antiguamente la esclamación “Oh” se escribía sin “h”, como yo la escribo hoy, y “hombre” también. ¿Ya para qué necesita “hombre” la “h”; ni otra, “hembra”? ¿Le añade algo esa “h” a la mujer o al hombre? Además, en Andalucía la jota se refuerza mucho y yo soy andaluz .[…]

En mi casa de Moguer había un hermoso “Diccionario de Autoridades de la Academia Española”, en dos grandes tomos (…) que era un tesoro para mí. En él lo encontraba todo […] mejor que en ningún otro libro; todo conciso y suficiente. Era un modelo de enciclopedia. Desde niño me acostumbré a leer con j y s… También tenía mi padre, entre sus libros heredados de su hermano Eustaquio que murió en Francia, una edición de Larra (París, etc.) que yo me apropié desde mis 15 años, y en ella se usaba la misma ortografía que en el diccionario. A mí me parecía aquello tan natural, aquella ortografía se acomodaba tan bien a la prosodia moguereña, que no vacilé en aceptarla como buena. Al principio no la usaba en mis libros porque yo no tenía autoridad para imponerlo en las imprentas: los regentes no me hacían caso o protestaban indignados (…). Pero me acostumbré a ello tanto que luego fue imposible y casi desagradable lo otro. Por fin me decidí a usarla en Washington en 1949 (…) en mis “Poesías escojidas” (New York, etc.). Cuánta tontería se escribió sobre ello. E. Dic. dijo que un libro de poesías no era apropiado. Yo contesté que sí.

Yo leí a “Fígaro” por primera vez en una preciosa edición que aún poseo, impresa en París con esta misma ortografía que yo uso. Un tío mío, hombre de gran cultura y viajero incansable, y quien me legó una parte de su hermosa biblioteca. Escribía así y me pidió que yo lo hiciera; y, como me gustaba, lo hice. De modo que, como me acostumbré a escribir así desde niño, me pareció absurdo escribir de otra manera. Mi jota es más higiénica que a blanducha “G”, y yo me llano Juan Ramón Jiménez, y Jiménez viene de “Eximenes”, en donde la “x” se ha transformado en jota para mayor abundamiento. En fin, escribo así porque yo soy muy testarudo, porque me divierte ir contra la Academia y para que los críticos se molesten conmigo. Espero, pues, que mis inquisidores habrán quedado convencidos, después de leerme, con mi explicación y, además, de que para mí el capricho es lo más importante de nuestra vida.

                                    J. R. Jiménez, «Mis ideas ortográficas», Universidad, Puerto Rico, 1953

El viaje definitivo

… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostáljico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

Tomado de «Corazón en el viento», en Poemas agrestes, 1910-1911.

¡Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
 
                                 Eternidades (1916/17)
 

 

Vino, primero, pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.

Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando, sin saberlo.

Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!

…Más se fue desnudando.
Y yo le sonreía.

Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda…
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre! 

                              Eternidades (1916/17)

 

«El otoñado»

Estoy completo de naturaleza,
en plena tarde de áurea madurez,
alto viento en lo verde traspasado.
Rico fruto recóndito, contengo
lo grande elemental en mí (la tierra,
el fuego, el agua, el aire), el infinito.

Chorreo luz: doro el lugar oscuro,
trasmito olor: la sombra huele a dios,
emano son: lo amplio es honda música,
filtro sabor: la mole bebe mi alma,
deleito el tacto de la soledad.

Soy tesoro supremo, desasido,
con densa redondez de limpio iris,
del seno de la acción.  Y lo soy todo.
Lo todo que es el colmo de la nada,
el todo que se basta y que es servido
de lo que todavía es ambición.

                             La estación total (1946)

 

2. La narrativa española de las primeras décadas del siglo XX. La Generación del 98

2.1. Contexto y rasgos generacionales

2.2. Baroja, El árbol de la ciencia

Pincha en el título para acceder al texto en PDF: El árbol de la ciencia

Si quieres profundizar en la figura del novelista vasco, te propongo el recorrido que hace por su vida y obra el filósofo Fernando Savater.

2.3. Azorín, entre el ensayo y la novela

La voluntad, novela de Azorín publicada en 1902, fecha significativa para la Generación del 98, está protagonizada por Antonio Azorín, joven reflexivo que se dedica al periodismo. Vive en la España rural entre personajes que representan diferentes tipos provincianos. De entre ellos, destaca su viejo maestro Yuste, intelectual y filósofo con tendencia a la melancolía y desencantado de la vida.  En la segunda parte de la obra, se narran las aventuras de Azorín, que ejerce su profesión ahora en Madrid, donde descubre el mundo urbano y se relaciona con la bohemia literaria. Sus experiencias en la capital solo le llevan a convencerse de la inutilidad del esfuerzo humano y le impulsan a volver al pueblo, Yecla, donde termina por abandonar su oficio y se difumina, sin voluntad, entre los otros hombres del pueblo, y solo es conocido como Antoñico, el marido de Iluminada.

Escucha en el siguiente vídeo un fragmento de La voluntad:

Pincha en el título para acceder al texto en PDF de «Las nubes» (Castilla)

2.4. La «nivola» de Unamuno

Pincha en el título para acceder al texto en PDF: Niebla